sábado, 28 de abril de 2012

El Buen Pastor


 Buen Pastor, Buenas Ovejas

Los evangelistas nos presentan la imagen del pastor, tan típica del pueblo de Israel, para mostrarnos a Jesús como el Buen Pastor, pero no de cualquier rebaño sino del rebaño de la humanidad, es decir nosotros. Mas al calificarlo de “Bueno” lo hacen siempre contrastándolo con otros pastores, si se pueden llamar así, los que dejan a sus ovejas cuando les acecha algún peligro o a los que las tratan mal y se aprovechan de sus bienes: leche, lana y carne. Tales eran también los símiles con los que Dios en el antiguo testamento se refería a los que estaban al frente del pueblo. Con decir que Jesús como Pastor da la vida por sus ovejas, es suficiente para aceptar su cualidad de bondad, pero en su afán de ponernos alerta sobre todo el daño que hacen al rebaño esos falsos pastores, nos ha dicho también la forma de proceder de aquellos y al mismo tiempo sirve de acusación a los que así actúan.

 Sin embargo, la gran mayoría no está en la función de pastor sino de oveja –continuando con el símil-,  por tanto y de acuerdo con el evangelio de Juan  vamos en pos de Él, ya que dice “las ovejas le siguen, porque conocen su voz”. En la práctica parece no suceder exactamente así. Entonces es necesario tratar de descubrir que es lo que está fallando. El Pastor ya ha hecho su parte, ha dado la vida por sus ovejas y las llama constantemente, ven y sígueme.

El problema quizá esté entonces en las ovejas. El evangelista expone una explicación al seguimiento: porque conocen su voz. ¿Pero cómo conocer una voz que la sociedad y las preocupaciones que nos crea la misma no dejan siquiera escuchar?. Es necesario un gran esfuerzo, es necesario HACER SILENCIO. Sí, procurar un espacio de silencio en nuestras vidas, silencio exterior e interior, para escuchar la voz del Señor y seguirlo, escuchar su voz y conocerlo. Hay más. Este escuchar, conocer y seguir a Cristo no puede ser un hecho individual y egoísta, sino compartido y comunitario, una acción del rebaño, de la Iglesia.

¿Han pensado en la parábola de la oveja perdida desde el punto de vista de los números utilizados? Pues bien son cien ovejas, un número redondo que expresa la totalidad, y una la perdida. Exacto, ¡UNA! Es lo que se debe reflexionar. ¿Por qué no utilizaron por ejemplo dos o tres o diez, si dejar 90 ovejas por buscar diez no deja de ser sorprendente? Además puede afirmarse sin temor que más de una anda descarriada del rebaño. El caso es que aún siendo muchas las ovejas extraviadas se van perdiendo una por una. El individualismo, los deseos egoístas de tener sola, de progresar sola, incluso de salvarse sola, hacen que una oveja se pierda, en busca de supuestos mejores pastos.

Y así se pueden seguir analizando fallos, pero lo más importante es saber que si nos hemos descubierto perdidos y aislados del rebaño, más aún, heridos por el enemigo y hasta sin fuerzas para regresar, pertenecemos al rebaño del BUEN PASTOR, que nos está buscando desesperadamente pues dijo por boca del profeta “buscaré a la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curare a la herida y confortaré a la enferma”,  y si os parece poco, la cosa no termina allí, sino que nos cogerá sobre sus hombros y lleno de alegría nos reincorporará al rebaño y hará fiesta por nuestro regreso.

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