EN TIEMPOS DE CUARESMA.
Queridos hermanos en Cristo:
En tiempos de cuaresma, me gustaría
hablaros con esta meditación. Originaria de la reflexión personal, que estuve
escuchando en una conferencia, que se hacía el seminario en el 2008, del libro Jesús
de Nazaret de su Santidad el Papa
Benedicto XVI. Con el tiempo he ido desarrollando a través de la oración, la meditación
y la contemplación, la idea que este pasaje bíblico, escuchado en dicha
conferencia, ha suscitado en mi interior para mi conversión. Aquel pasaje era
Mt 4, 1-11. “Las Tentaciones en el Desierto”.
Inicialmente no repercutió en mí
la plática del día. Pero, no obstante, meditando después comencé a ver la cita
con distintos ojos. Quien tiene experiencia de hacer oración, lee, medita y
contempla con la Palabra de Dios. Pues, eso es precisamente lo que yo hice.
Conseguí ponerme dentro del texto y vivirlo. Hacer que resuene dentro de mí.
Cuando leía esta cita podía ver
un momento de cuaresma personal del Señor. Un retiro vivido en soledad. Una soledad
vivida en el olvido que hace el mundo a
la persona de Jesús. Además que Él se aparta de todo aquello que puede hacerle
caer en el egoísmo de este mundo. Egoísmo que desborda en los corazones de los
hombres. Cristo, sufre un ayuno espiritual por parte del hombre. El hombre no
llena el corazón de Jesús, por su falta de caridad. El hombre, como es normal
en este mundo, está lleno de sí mismo y no deja espació para lo espiritual,
para el encuentro con Dios. Jesús sufre esa sequedad de corazón de piedra,
quiere olvidar y vencer esa parte del mundo, por parte del hombre. Pues, el
hombre siempre ha sido débil y ha sucumbido a la tentación de solo satisfacer
sus propias necesidades.
Hoy en día, seguimos cerrados a
la voluntad de Dios y a su espiritualidad. Por ello os exhorto, hermanos míos,
a que renunciéis en vuestras posibilidades, a seguir escuchado por encima de lo
que Dios quiere.
En una sociedad con un sinfín de
estruendos y gritos para poner de manifiesto quien está al mando, es difícil
silenciarse y hacer un momento de retrospección. La Cuaresma, al igual que la
vida, se puede vivir como un momento áspero y sin sentido, si uno no se para a
escuchar y a escucharse. El silencio y la calma, no entran muy a menudo en
nuestras vidas, quizás solo para dormir. ¿Por qué, no podemos escuchar más
allá? ¿Qué estamos haciendo mal?
El silencio y la calma interior,
es alcanzado cuando nos damos en caridad. Ya sea a nuestro hermano, quien
necesita de nosotros. O ya sea a nuestro Señor, que aunque no tenga tanta necesidad,
la necesidad es nuestra. Como ovejas de su rebaño necesitamos de sus cuidados.
Pues, precisamente esos cuidados se alcanzan cuando verdaderamente te entregas
a Él y le sirves en los que te rodean.
En cuaresma, nuestro encuentro
con el Señor lo tenemos presente en la Cruz, en la penitencia, en el dolor y en
el ayuno. Pero hermanos, os sugiero que nuestro encuentro sea siempre en el
diálogo. Un diálogo de entrega y de amor, ya que el sufrimiento ya viene en el
transcurso de la vida. Sepamos, en los momentos de oración y encuentros con el
Señor buscarlo en el amor, de hacer su
voluntad renunciando a la nuestra, y haciéndonos pequeños ante la grandeza de
lo que significa ser hijo amado de Dios, hermanos de Cristo.
Paz y bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario