sábado, 31 de marzo de 2012

Ecos de la JMJ

En camino hacia una Meta Santa.
“corred de manera que la consigáis” (1Cor 9, 24) 


Fue una de las frases utilizadas por el papa Benedicto XVI en la homilía dirigida a los seminaristas durante la JMJ Madrid 2011. Frase que bien podría aplicarse a todos los fieles tal como lo trato de hacer a continuación. Tal vez en algún momento parezca enfatizar más en la vocación sacerdotal por ser este el fruto de un retiro en el cual profundizábamos en dicha homilía y que luego quise generalizar.
Esta meta santa no es el sacerdocio, ni el matrimonio, ni el ser padres o el director de algún grupo de iglesia. Estos son sólo medios para alcanzarla, bastantes particulares sí, pero es por tratarse de vocaciones específicas dentro del cuerpo místico de la Iglesia. El sacerdocio, por ejemplo, es en cierto sentido el comienzo decidido de la carrera hacia esa meta. Esta carrera es bastante especial: una carrera con obstáculos. Pero como carrera espiritual, esta no tiene obstáculos físico, sino espirituales, y esto es bastante singular pues puede parecer en algún momento que podemos correr rápidamente y alcanzarla, llegar primeros! ¡qué astuto nuestro enemigo! En esta carrera no hay que llegar primero, ni dejar a tras a los demás, sino que debemos llegar todos, ayudarnos unos a otros, levantarnos, animarnos; la prisa y el egoísmo son los primeros obstáculos. Luego, tal como en las otras carreras iremos encontrando otras pruebas que superar, partes muy profundas en el recorrido: nuestras miserias y defectos, cuidado con quedarnos en lo hondo; otras partes demasiado altas, verdaderos muros elevados: nuestras suficiencias, nuestra vanidad y soberbia, cuidado con estrellarnos contra ellas.
¿Cómo alcanzar entonces esa Meta Santa? Atletas de la Iglesia somos, y como tales tenemos ejercicios para estar en forma y continuar hasta el final:
Silencio interior: necesario para encontrarnos con nosotros mismos, a veces no nos gusta hacer este ejercicio y es que de antemano sabemos lo que vamos a encontrar, en otras palabras, nos da miedo descubrir como somos. Pues veamos el lado positivo: sabremos donde están las partes profundas del camino, desde la aceptación de nuestra realidad podremos sobrepasarlas, al menos sabremos a quien y para que pedir ayuda.
Oración Permanente: nos permitirá un encuentro progresivo con Cristo, ¿qué mejor ayuda? Sí, el es nuestro cirineo y el único que puede sacarnos de lo más profundo, de los valles muy oscuros (Sal 23,4), de la charca fangosa (Sal 40,3). ¿cuánta oración? La necesaria y propia de nuestra vocación particular: religioso, casado, soltero, sacerdote. No dejemos pasar un solo día sin dirigir al menos una oración a Dios.
Imitación de Cristo: ¿Qué por qué de tercero? Bueno, muy sencillo, si no nos conocemos a nosotros mismos, ni conocemos a Cristo, ¿cómo lo vamos a imitar? Ciertamente llegados a este ejercicio será conveniente, desde la imitación del señor, hacer silencio y orar, no como al principio sino como Él nos enseña con su ejemplo. En el silencio y la oración Jesús encontró fuerzas para
llegar a la cruz, nosotros sus seguidores también pasaremos por la cruz, y la oración y el mismo nos dará fuerzas.
Constante Formación: ¿durante el seminario?¿en el cursillo prematrimonial?¿en la catequesis sacramental? No, no sólo durante estos tiempos, sino permanente, actualizándonos, profundizando en lo aprendido, esforzándonos por hacerlo vida y durante toda la vida.
Inserción en la Pastoral: Como miembros de la Iglesia debemos tener su misma misión, evangelizar, ayudar a los demás a no quedarse atrás. Recordemos que no corremos solos, ni debemos llegar a la meta solos ¡que cansados llegaremos por la prisa y que decepción la de ser descalificados por el Juez de la Meta!
Obediencia: a los formadores, a los directores espirituales, a nuestros hermanos y hermanas que dirigen nuestros grupos de laicos, a nuestros párrocos. En la obediencia ejercitamos la humildad y prestamos un servicio eficiente que beneficia a todo el conjunto. Con la obediencia no buscamos aparecer, destacar o figurar nosotros. Que buen ejercicio contra las suficiencias, ya los muros de soberbia y vanidad comienzan a derrumbarse y a dejarnos el paso libre. No quiere decir, sin embargo, hacer las cosas por hacerlas, porque no es nuestra idea y la nuestra era mejor, sino que debemos hacerlas lo mejor que podamos de acuerdo con lo requerido, ese es un servicio agradable a los ojos de Dios.
Con profunda Alegría: No es lo último que debemos hacer, todo debe ir marcado por el talante jubiloso, por la alegría de saber hacia que Meta estamos corriendo: una Meta Santa. El solo hecho de sabernos inscritos en esta carrera, llamados a participar de ella desde nuestro nacimiento, inscritos desde nuestro bautismo, es motivo suficiente para correrla con alegría, pues sabemos que tenemos ayuda y así llegaremos todos, y celebraremos el triunfo eternamente!

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