viernes, 23 de marzo de 2012

David Escoin


En un Gesto de Agradecimiento Hacia Dios

Mí vocación, nace de un amor infundido por Cristo, el cual florece en mi corazón y cambia totalmente mi vida.

Este amor es desvelado con el paso del tiempo en mi vida, poco a poco, se va arraigando más profundamente en el fondo de mi corazón.

Como poso que hace macerar el vino, este amor, me va dando cuerpo y una estructura de esencias, aromas, matices, que moldean e infunden en mí persona, una nueva forma de vivir.

La llegada de este amor a mi vida, me hace plantearme y reconsiderar cual es mi verdadero papel en este mundo, es entonces cuando lo veo claro.

Dios, que es infinitamente misericordioso, se apiada de todos nosotros desde la gracia.  Cosa que  para  los hombres es incomprensible. ¿Por qué yo no puedo amar con la misma mesura a mis hermanos? ¿Por qué no hacer lo mismo?

En un gesto de agradecimiento hacia Dios, quiero intentar rechazar mi voluntad para escuchar la de los demás. Quiero poder ayudar a mis hermanos a que se puedan encontrar con Dios en la vida, y esto ilumine sus vidas como Él hizo conmigo.

Quiero poder hablar de Dios, para que Él pueda consolar y reconfortar el alma de los que están atormentados y oprimidos  por el poder del egoísmo en este mundo.

Quiero ser anunciador del evangelio desde el ejemplo, desde la humildad y mansedumbre. Pues pocos estamos dispuestos a combatir nuestra voluntad por Él, todos tenemos miedo y sufrimos cuando no nos complacemos a nosotros mismos. ¿No es esto lo que el mundo nos enseña? ¿Es esto realmente lo correcto?

Mi vocación me hace sentir que merece la pena luchar el día a día, aunque al final de la jornada no se consiga nada. Es ésta la que me hace amar a los demás, sin buscar una recompensa que dé sentido lógico o humano a lo que se está haciendo. Una vocación que nació en mí, libremente. Al igual que nació el amor desinteresado. Ella me centra en el sacrificio por el bien del prójimo. Un sacrificio que va desde la dación por los demás, al curtimiento de nuestra propia formación, comunión y cuidado de nuestra alma, pues solo así se puede caminar correctamente en el camino de la vocación.

Vocación que busca exclusivamente la transformación de nosotros en el Buen Pastor, siendo ésta la de ser un buen cristiano, honrando así a Dios en este mismo ejemplo que Jesucristo nos dio, nos da y nos dará.



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